En tiempos de superhéroes, el viejo festival de Cannes se enfrenta a monstruos tan jóvenes y poderosos como Juego de Tronos, Netflix y, para remate, Eurovisión. El festival, que cumple 72 ediciones, tiene la gallardía de defender a capa y espada sus principios: el cine de autor y la pantalla grande. Su prestigio también pone los dientes largos a sus adversarios, aunque por el momento, no lo han catado.
Vacas sagradas como Jim Jarmush, Ken Loach, Terrence Mallick, Quentin Tarantino, los hermanos Dardenne, Abdellatif Kechiche y Pedro Almodóvar son el infalible reclamo de una sección oficial con varios ganadores de Palma de Oro o grandes premios. Así arranca un año más Cannes, con la eterna cantinela de que el cine ha muerto devorado por las plataformas y las series.
En esta edición, no hay polémica con Netflix y parece que los cineastas no quieren entrar al trapo. El tono es conciliador. El presidente del jurado, Alejandro González Iñárritu ha dejado hoy claro que tiene que haber espacio para todos los formatos y que las películas que se proyecten en Cannes tendrán más posibilidades de verse en países, como México, gracias a Netflix.
Pero, no nos engañemos. Hay mar de fondo. Las redes sociales sacan de quicio al certamen francés que ha impuesto un parapeto de embargos a la prensa. Las críticas solo se pueden publicar tras el pase de gala. Quieren defender a los artistas y productores del veredicto de la prensa, por lo menos, mientras dura la proyección. Una decisión que infantiliza la relación entre arte y prensa.
Por tanto, las críticas de la Script, se publicarán al filo de la medianoche.