El director checo Václav Marhoul ha traído a Venecia la polémica que todo festival desesperadamente necesita. The Painted Bird, la adaptación de la novela del polaco Jerzy Kosinski, narra la huída de un niño judío que vaga solo por los países invadidos por los nazis, que ve y padece brutalidad extrema contra personas y animales. Cada acto de violencia supera al anterior, hasta el punto de que en la proyección de prensa hubo, además de deserciones masivas, alguna risas con la progresión al alza de las brutalidades. El respetable empezó a inquietarse con el asesinato de una prostituta a la que introducen una botella por la vagina, y de ahí in crescendo. Este lienzo de tres horas en blanco y negro es, a la vez, un portento visual y un acto de sadismo obsceno.
Este viaje a la maldad humana, al animal violento y sexual, que se desata en época de guerra con más facilidad, es tan perturbador que resulta francamente difícil mirarlo de frente. El recital de poesía visual pierde su coherencia cuando lo que dice el director es lo contrario a lo que vemos. Esta es la explicación literal de Marhoul en la rueda de prensa de hoy: «La gente dirá que estoy loco, pero esta es una película sobre el amor, el bien y la humanidad. Habrá gente que diga que es violenta, pero la violencia es sólo el marco de la pintura. La pintura es el niño, su lucha por respetarse a sí mismo y, sobre todo, lo que echamos de menos, que es precisamente el amor y la humanidad».
Harvey Keitel, Stellan Skarsgard y Udo Kier son parte del reparto que se cruza con el niño Petr Vanek en su viaje por el infierno de la Segunda Guerra Mundial. Queda apuntada como sólida aspirante a León de Oro.
Después de la oleada de estrellas de Hollywood que han desfilado por el Lido, llega el momento del cine de autor. El sueco Roy Andersson, que ganó el León de Oro en 2014 con genial Una paloma se posó en una rama a reflexionar sobre la existencia, hace un suerte de calendario resumen de las pequeñeces, placeres y grandes tragedias de la humanidad en About Endlessness en su estilo irónico calvinista. Muy disfrutable, pero menor.
Otra presencia inquietante de los grandes festivales es la cuota de viejas glorias que ya no aportan más que su nombre. Atom Egoyan ha cosechado bostezos con Guest of Honor. Parecía que canadiense iba a recuperar su magnético toque de los 90 al arranque con El Liquidador o Exótica, pero el caleidoscopio que construye sobre los secretos y relación de poder entre un padre y su hija a lo largo de los años se cae por el barranco del embrollo insustancial. Un desastre de guion que interpreta con mucha dignidad el actor británico David Thewlis.