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septiembre 25, 2019
Greta y Eduard Fernández, hijos de la pobreza
25
septiembre
2019

La presión feminista, que no pide premios, pero sí presencia paritaria en los comités de selección de los festivales, por fin, está dando sus frutos. Seis de las dieciséis películas que aspiran a la Concha de Oro de esta edición están dirigidas por mujeres, lo que garantiza que la mirada que artística, sin duda, sea más rica y amplia. La directora catalana Belén Funes (Barcelona, 1984) ha debutado hoy en este certamen y en la categoría reina, con su ópera prima, La Hija del Ladrón; la historia seca y contenida de una joven madre – carne de asistencia social y precariedad extrema– que lucha a brazo partido para salir a flote y romper la cadena de la pobreza heredada.

Greta Fernández mantiene sobre sus hombros todo el peso de la película, con la cámara pegada al rostro. Funes ha apostado por una narración que sea eminentemente visual y deja al espectador el trabajo de completar la vida de esta obrera socialmente invisible. Estamos ante una grandísima actriz, muy bien dirigida y que no se excede en su interpretación de un dolor no articulado. Su padre, Eduard Fernández, le da una breve y potente réplica.

Greta Fernández, junto a la directora Belén Funes y Eduard Fernández en la presentación de La Hija de un Ladrón en San Sebastián

La directora de La Hija de un Ladrón hace una profunda reflexión sobre la condena a la pobreza en nuestra sociedad, y huye obsesivamente de la obviedad. Rodada en Barcelona, la cineasta ha puesto a sus protagonistas, precarios y marginales, a hablar castellano con total naturalidad. Sin embargo, en ese paisaje urbano de pisos compartidos y bares modestos, no hay rastro ni referencias al procés, que corre paralelo a la crisis de la que no salen las clases más humildes: «He hecho una encuesta personal con las banderas. A medida que te adentras en los barrios más pobres van desapareciendo las banderas de las ventanas. Esa gente está en otra cosa», decía esta mañana Funes, refiriéndose a su determinación de dejar que el espectador rellene el contexto político y sentimental de su película.

El abandono social de esta familia es un alarido que clama en la contención de su mirada. Y ahí, en ese ejercicio de autocontrol, la película se vuelve algo rígida y repetitiva. Con todo, la Hija del Ladrón es una magnífica ópera prima, ambiciosa y compleja que confirma la existencia de una cineasta que aporta un planeta artístico propio.