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agosto 21, 2020
La Boda de Rosa. Me comeré las perdices yo misma, gracias
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agosto
2020

La última película de Icíar Bollaín es el cuento de hadas que necesitamos, ahora y siempre. Todas y todos. Haceos un favor e id al cine sin miedo. Merece la pena conocer al personaje que interpreta Candela Peña. Es una costurera de mediana edad que tiene pesadillas recurrentes en las que huye a la carrera de sus ataduras: su padre (Ramón Barea), sus hermanos (Sergi López y Nathalie Poza), su hija (Paula Usero) y de su trabajo. Huye de los que la consideran la cuidadora ideal, la matriarca y solucionadora infalible. Al despertar, aprieta el botón nuclear: promete quererse, cuidarse y respetarse hasta la muerte.

La Boda de Rosa

Bollaín y la guionista Alicia Luna – que repiten tras Te Doy Mis Ojos- tomaron la idea de una noticia sobre una agencia de bodas japonesa especializada en bodas son novio. En vista del machismo recalcitrante nipón, cada son más mujeres asiáticas las que renuncian al matrimonio y se casan con ellas mismas. Es un argumento atractivo, pero peligroso, con muchos riesgos de resultar panfletario. Y es aquí donde Bollaín da el doble salto mortal y sale victoriosa: la emancipación de Rosa es una delicia narrativa, de aparente sencillez pero complejo interior, que sortea tópicos con brío, inteligencia y un colmillo muy afilado.

Ambientada en Valencia, la última película de Bollaín tiene un refrescante aroma berlanguiano. Construye una historia coral con diálogos frenéticos y situaciones domésticas disparatadas, pero verosímiles. Y lo ponen en escena un grupo de interpretes en estado de gracia. Candela Peña, que se encuentra en un momento profesional de absoluta madurez y control, hace un apoteósico despliegue de recursos: su Rosa es una mujer enérgica y agotada, decidida y superada. Peña contiene su vis cómica y deja asomar una angustia sin estridencias.

Ramón Barea, Sergi López, Nathalie Poza y Paula Usero

Sergi López, Natahalie Poza, Ramón Barea y Paula Usero le dan peso y fondo a sus personajes, que entran y salen de los lugares comunes proponiendo así nuevas rutas vitales. Son unos parientes irritantes y frágiles. También piden a gritos una ceremonia nupcial para ellos solos. Porque en definitiva, La Boda de Rosa propone un alto en el camino vital y una reconsideración de las ataduras. Con gracia y sin pomposidad. Es una película muy oportuna, un chute de valentía que necesitamos más que nunca.