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junio 4, 2021
AMA. Matar a la Mater Dolorosa
4
junio
2021

En sus 24 años de andadura, el festival de Málaga ha metabolizado todos los cambios que se le han puesto por delante. Absolutamente todos. Nació con el sambenito de ser una plataforma de cine comercial, de comedias facilonas y fans arranca-camisas. Sin embargo, ahora ese escaparate se ha sofisticado y es una pasarela que incluye todos los géneros y formatos. La jornada de hoy es un ejemplo: ha empezado con la solvente comedia Operación Camarón de Carlos Therón, seguida de la serie de reminiscencias noventeras Paraíso, para terminar con una auténtica joya: la opera prima de la directora Júlia de Paz Solvas titulada Ama, que ya entra en el cupo de las aspirantes a Biznaga de Oro. 

Ama es un prodigio de síntesis narrativa, potencia visual, profundidad emocional e interpretativa. Júlia de Paz, a sus 25 años amplia a largometraje su cortometraje, proyecto fin de carrera, del mismo título y protagonizado también por la inmensa actriz sevillana, Tamara Casellas. 

La historia es la eterna tragedia de una madre sin hogar: cargada con bultos y arrastrando a su hija. Partiendo de esa imagen arquetípica de Mater Dolorosa, De Paz propone una reflexión que desborda el mito de la entrega incondicional. 

Todas las personas tenemos un testimonio que ofrecer sobre la maternidad: todas hemos sido criadas por figuras maternas que, en distintos grados, batallan con el peso de esa responsabilidad ancestral. El gran logro de Ama es proponer una mirada emancipadora y libre de culpa bíblica, sin perder crudeza. 

El personaje de Tamara Casellas es un eslabón más en la cadena de la maternidad. Es un eslabón frágil, por su pobreza, y lo interesante es que De Paz no se centra en su culpa, sino en la revelación que va experimentando esa madre excluida con respecto a la hija que lleva a cuestas. 

A Júlia de Paz le agradezco que en esta película, tan bella como inteligente, mate el mito de la madre dolorosa con el que han gozado tantos cineastas. El dolor de una madre es un festín del que los hombres han hecho millones de representaciones artísticamente irreprochables, pero que perpetúan y amordazan una maternidad esclavista.