No nos andemos por las ramas. Bardo, falsa crónica de unas cuantas verdades es la obra maestra y cumbre de Alejandro González Iñárritu. Una monumental película – cine absoluto en sus tres horas de duración- que especula, sueña y escarba en las entrañas del gran director mexicano. Quizá hubiéramos esperado de Guillermo del Toro una obra de estética y alma superlativamente mexicana, pero curiosamente, ha sido el director de Amores Perros el que ha puesto en pie este artefacto milagroso.
Y lo ha hecho metiendo el dedo en la llaga de todos sus dolores personales: desde la insatisfacción del artista atormentado por el éxito, el ego, la memoria y la familia. También es un viaje por la trágica identidad de América Latina: humillada todavía por la remota Conquista, y ahora, además, por el poderoso vecino norteamericano.
Iñárritu se une a la tradición de los cineastas que desbordan la realidad y apuntan a los sueños orquestados por el artista. El actor Daniel Giménez Cacho interpreta a su alter ego onírico, algo así como el Toni Servillo de Sorrentino y el Mastroianni de Fellini. Bardo es una enorme producción cargada con efectos especiales que recrean las entretelas del autor con medidas descomunales o minúsculamente poéticas: un bebé muerto que vuelve al mar o una charla con Hernán Cortés sobre una pirámide de cadáveres.
La lectura política es un festín de mandobles para los inmigrantes latinoamericanos de primera clase, que se compadecen por su desarraigo. Pero no se olvida del reguero de incómodos desaparecidos que claman reproches desde el olvido.
Esta obra magna le ha llevado a Iñárritu 7 años de su vida, y además de liberadora, ha dejado al director de El Renacido y Birdman instalado en el territorio de los genios del cine. Hoy ha recordado a Buñuel, a quien sigue por la senda de usar el cine y la cámara como instrumento que fracciona el espacio y el tiempo.
Han pasado cuatro años desde que Alfonso Cuarón ganase el León de Oro con Roma. Guillermo del Toro también lo consiguió con La Forma del Agua y lo lógico es que Iñárritu saliera coronado de esta edición por su monumental Bardo.