Su odioso cuerpo nos define. Como todas hemos comprobado en la niñez, la muñeca Barbie de Mattel es dolorosamente anoréxica y no tiene vagina. Este modelo de mujer, que tanto nos ha grillado con su tóxica delgadez y sus pies sádicamente deformados por unos tacones congénitos, acaba de renacer con conciencia de sí misma gracias a la férrea voluntad de la actriz y productora Margot Robbie. Y dejémonos de calidad artística y otras zarandajas: la verdadera victoria de esta parodia es que Barbie reclama su vulva. Misión cumplida. Esta imagen ya no va a salir jamás de nuestras cabezas. Y no es un spoiler, es hermoso golazo.
Evidentemente, esta Barbie dirigida por Greta Gerwig (Frances Ha, Lady Bird, Mujercitas) y coescrita con Noah Baumbach (Una historia de Brooklyn, Historia de un matrimonio) es un negocio redondo para la factoría Mattel, que produce y a la vez consiente paternalmente que las chicas se pongan respondonas y hasta se burlen de su propio CEO.
Mattel ha utilizado el viejo truco capitalista de comprar y deglutir cualquier movimiento subversivo. Sí, sin duda, la multinacional se va a forrar después de este orgiástico y gigante videoclip de decorados rosa chicle, pero además, seguro que más de un ejecutivo está preocupado por la venenosa semilla feminista que ahora mismo se está plantando en las tiernas mujeres del futuro.
De la misma manera que las niñas de mi generación (Madrid, 1965) crecimos sin cuestionar las horrendas hechuras de Barbie y su condición de florero total, las chavalas del siglo XXI, incluso aquellas de las de familias más ultraconservadoras, van a troncharse de risa con la resultona clase patriarcal que imparte Ryan Gosling, desde su delicioso e idiota personaje de Ken.
Barbie no es un peliculón. De hecho, es desesperantemente larga y a ratos, insoportablemente repetitiva con sus gags de circunvalación entre lo cursi y el humor burro. Pero, esa es su fortaleza. En realidad, es tan solo un Rambo del montón, un acto de simple propaganda feminista articulada con las armas del capitalismo machote, que entenderá el más cerril de sus esbirros.