Cinco años han pasado desde que Robin Williams, el «cómico triste», nos dejara. Repasamos cinco momentos claves en su carrera para tratar de entender mejor quién era este actor, único en su especie.
‘Popeye’, sobredosis de espinacas.
Robin Williams comenzó a saborear la fama en 1978, cuando encarnó al marciano de la serie ‘Mork & Mindy’. Llegó el éxito, y con él, la cocaína. En palabras del propio Williams: “Es la forma que tiene Dios de decirte que ganas demasiado dinero”.
‘Popeye’ poseía los mimbres para ser una cinta de éxito: un reconocido director como Robert Altman tras las cámaras y un personaje carismático, adorado por el gran público, que parecía hecho a la medida del histriónico actor. Sin embargo, la película supuso un fracaso en toda regla y Williams empezó a hundirse en sus propias adicciones a raíz de ello.
‘Señora Doubtfire’, la persona por encima del personaje
‘Señora Doubtfire’ fue una de las comedias de mayor éxito de su carrera. La entrañable interpretación de aquel padre que se hace pasar por ama de casa para poder pasar más tiempo con sus hijos siempre será uno de sus roles más recordados.
Sin embargo, por encima del personaje, sus compañeros de reparto recordarán a la persona, en especial Lisa Jakub, joven actriz que interpretaba a su hija mayor en la película.
Por aquel entonces Lisa tenía 15 años y, tras varios meses de rodaje, fue expulsada de su centro de enseñanza por las continuas faltas de asistencia debido a su trabajo. Al enterarse de esto, Robin no dudó en escribir al tutor de Lisa para pedir que la readmitieran y pudiese así continuar con sus estudios. Tras la muerte del actor, Lisa filtró la carta que Robin había escrito.
1 de julio de 1993
RE: Lisa Jakub
Estimado Señor,
He pasado los últimos tres meses trabajando en ‘Señora Doubtfire’ con Lisa Jakub. He encontrado en Lisa a una jovencita brillante, curiosa y ansiosa por aprender.
Una estudiante de su calibre y talento debería ser animada a salir al mundo y aprender a través de su trabajo. Debería ser animada a regresar al aula cuando termine para compartir estas experiencias y motivar a sus compañeros de clase para que estos consigan sus aspiraciones más altas. A Lisa no se le debe negar el disfrute de las experiencias de aprendizaje social que provienen del instituto y, a su vez, continuar siendo una adolescente.
Solicito respetuosamente que reconsidere su política y permita a Lisa la oportunidad de trabajar y asistir a la escuela. Ella es una baza en cualquier clase.
Mis mejores deseos, Robin Williams
Sin duda, toda una muestra de la calidad humana del actor.
‘Aladdin’, genio del doblaje.
Uno de sus muchos talentos era el doblaje, la capacidad de Robin Williams para cambiar de registro en sus shows en vivo, pasando de una imitación a otra a velocidad de vértigo dejaba atónitos a todos los que lo presenciaban. Era como un volcán. Desaforado. Explosivo.
En 1991 puso voz al genio de Aladdin. Su trabajó sirvió además para abrir la veda de actores consagrados que, con el tiempo, fueron poniendo voces en películas de animación. Quiénes le vieron trabajar recuerdan con asombro el talento de Williams en esta faceta. Es el caso de Raúl García, animador español que participó en la película. Así recordaba en una entrevista hace años dicha experiencia:
“Era el tipo más tímido del mundo, callado… Hasta que se ponía delante del micrófono y parecía que se apretara el interruptor. Era una fuente de ingenio. De cintura para arriba era un luchador de grecorromana y de cintura para abajo una bailarina y lo movía todo a la vez. Se le dio carta blanca para la improvisación, y llevó la película por caminos que nosotros ni imaginábamos: no habíamos previsto cambiar tanto visualmente al genio en cada plano. De cada línea de diálogo podía sacar hasta 15 minutos de improvisación«.
Está claro que, el verdadero Genio, era Robin Williams.
‘El indomable Will Hunting’, a la cuarta va la vencida.
En 1997, Robin Williams obtenía su merecido Oscar. Ya lo había acariciado anteriormente hasta en tres ocasiones por ‘Good mornig, Vietnam’, ‘El rey pescador’ y ‘El club de los poetas muertos’. Pero fue su papel como el psicólogo Sean Maguire en ‘El indomable Will Hunting’ el que le permitió hacerse con el premio a Mejor Actor Secundario.
Robin Williams era, sobre todo, comediante. Pero en papeles como este dejó claro su capacidad para saltar de la comedia al drama, e incluso combinarlas con total maestría. Al igual que su personaje, Williams siempre trataba de ayudar a los que le rodeaban. Incluso en los momentos más duros, como cuando le diagnosticaron demencia con cuerpos de Lewy durante sus últimos años de vida y supo que no habría remedio posible, él siguió volcándose en los demás, tratando de arrancarles una sonrisa.
Tras su muerte, su viuda reveló que: “Robin me confesó que ya no se reconocía en su propio cuerpo”. Tal vez por ello quizá necesitara reconocerse en los demás, en el momento en el que había dejado de reconocerse así mismo.
SEAN A WILL EN UNA ESCENA DE LA PELÍCULA:
Eres huérfano, ¿verdad?
¿Crees que sé lo dura que ha sido tu vida, cómo te sientes y quién eres, porque leí «Oliver Twist»? ¿Eso te define? Personalmente, No me importa una mierda, por que no hay nada que no pueda saber sobre ti que no pueda leer en un puto libro.
A menos que quieras hablar sobre ti mismo sobre quién eres.Entonces estaré fascinado, a esa me apunto. Pero no quieres hacer eso, ¿verdad? Te aterroriza decir los que sientes…
Tú mueves, chaval…
‘El club de los poetas muertos’, ¡oh capitán, mi capitán!
Puede que no sea su mejor interpretación, pero sin duda es una de las más memorables. El señor Keating fue un referente para los alumnos del infame instituto Welton en la ficción, y una inspiración para muchos otros chavales en la realidad, que por aquella época rondaban los dieciséis. Chavales a los que les (nos) enseñaron que un poema puede medirse con escuadra y cartabón, y que la propia identidad se basa en lo que debes ser y no en lo que quieres llegar a ser. Y sí, pese a lo lacrimógena y ñoña de la película, despierta un mensaje a tener bien presente: que hacerse mayor siempre supone claudicar, y que por ello es vital mantener la ilusión y los sueños que un día nos hicieron creer que podíamos volar. Así es como queremos recordar a Robin Williams, como el actor cuya mirada de niño eterno nos hizo sentir y reír hasta el final. Va por ti, ¡oh capitán, mi capitán!