El director japonés Hirokazu Kore-eda también ha caído en la tentación de otros muchos genios que han salido de su cultura para rodar en otro idioma. La novedad es que él no ha vuelto trasquilado. La Vérité es una comedia ácida y compleja, que aparentemente juega con los tópicos de Francia y la vanidad de las estrellas de cine, pero que escarba en la pantanoso dolor que produce la familia. Catherine Deneuve está grandiosa en su personaje de diva (tan borde como ella misma) y Juliette Binoche le sirve generosamente la réplica de hija dolida. ¿Está a la altura de After Life, Nadie Sabe o Un asunto de Familia? No rotundo. No tiene la frescura de su cine made in Japan, sin embargo ha utilizado su mirada de turista para reírse de sí mismo, y a la vez pone a prueba la agudeza del que mira.
La Vérité cuenta la eterna historia de una estrella vanidosa que ha siempre postergado a su hija: «Prefiero ser una mala madre y una buena actriz», dice el personaje de Deneuve a Binoche, su hija que vuelve a París después de muchos años -con su marido americano (Ethan Hawke) y su hija- a ver a su madre por la publicación de su biografía. Unas memorias plagadas de dolorosas mentiras que la vieja estrella justifica con un lema que cruza la película: «La verdad no me interesa. La verdad solo está en la actuación».
Jugando a ser ella misma, Deneuve compone a sus 76 años un personaje laberíntico que transita con felina maestría detrás de todas las mascaras de la vida. Kore-eda saca de la chistera un sarcasmo inédito, que utiliza para reflexionar sobre los roles familiares que se fosilizan con los años y que convierten en realidades inamovibles para unos, memorias falsas y traicioneras para otros. La vérité que nació como obra de teatro, ambientada en una clásica casa de campo francesa, tiene un ritmo frenético y diálogos tronchantes por malévolos. Debajo de los puñales verbales cruza la presencia de la nieta, una niña al estilo Kore-eda, que acepta con naturalidad el guirigay y el odio que sobrevuela.
La Mostra ha acogido con una gran ovación a Catherine Deneuve, que se ríe de su fama de dama gélida y a la vez muestra decrepitud y fragilidad como pocas actrices son capaces. El tono de farsa de la película puede crispar o aburrir al que no entre en el juego de espejos que propone este turista genial que es Kore-eda. Este viaje a la comedia francesa es un divertimento con un caleidoscopio dentro.