Waiting for the Barbarians, la novela que el premio Nobel sudafricano J.M. Coetzee, escribió en 1980, en pleno Apartheid, ha renacido como un monumental western inverso y contemporáneo, con guion del propio escritor y dirección de Ciro Guerra. El colombiano no pierde su personalidad visual ni conceptual – tras películas como El Abrazo de la Serpiente o Pájaros de verano- en esta alegoría crítica del imperialismo. Hoy, Guerra, ha reconocido en Venecia que desde que inició el proyecto la historia se ha ampliado: «Pensé que era una alegoría sobre cómo el poder se había construido en un pasado muy lejano, pero cuando leí el guion de Coetzee me di cuenta de que habla del presente». El monumental Mark Rylance interpreta a un magistrado de un imperio occidental varado en un fuerte, defendiendo pasivamente la frontera contra los bárbaros. Jonhy Depp disfrazado de nazi intemporal representa la brutalidad del sistema. Un poder que necesita bárbaros y enemigos para perpetuarse: ya sean los mexicanos de Trump, los inmigrantes del Brexit o las feministas de todas partes.
En los festivales hay una regla no escrita que dice que el mirlo blanco, la gran película suele aparecer en el último momento para mantener la emoción hasta el final. Y así ha sido. Ciro Guerra, director de profundas y bellísimas revisiones del indigenismo latinoamericano, ha hecho dado un giro de 180 grados a ese viejo relato de odio que Hollywood ha inoculado desde Intolerancia de Griffith en 1916. Waiting for the Barbarians es, sin duda, la película más relevante de este festival.
Los productores han entendido que Waiting for the Barbarians solo tendría impacto si los protagonistas eran estrellas de primer fila. Johny Depp aporta el relumbrón y una interpretación correcta, pero el gran pilar de esta película tan arriesgada es el británico Mark Rylance, que encarna desde una contención milagrosa a un personaje tierno, que representa a los tibios cómplices del sistema: «Personajes como el mío son la otra cara de la misma moneda», ha dicho hoy el actor.
La última película del concurso es la italiana La Mafia non è più quella de una volta (La Mafia ya no es lo que era) de Franco Maresco. Es una amarga farsa, un documental hiperbólico sobre el poder intacto que mantiene la Mafia en Palermo 25 años después de los asesinatos de los jueces Falcone y Borsellino. El día del aniversario de los asesinatos, Maresco recorre la ciudad que supuestamente conmemora a los juristas asesinados y recala en un esperpéntico programa de televisión local donde nadie, desde los marginales a los enfermos se atreve a decir en alto: no a la mafia. Es una película didáctica al estilo Barrio Sésamo para adultos, el mismo tono prepotente que usa Soderbergh en The Laundromat para explicar los papeles de Panamá a los espectadores, a los que, obviamente, no considera muy inteligentes.