La actriz de Crepúsculo, Kirsten Stewart, ha puesto sus cartas encima de la mesa con Seberg. El glamour le interesa un comino y es muy consciente del poder de su fama. Después 20 años trabajando en Hollywood- debutó a los 9 – se ha metido en la piel de Jean Seberg, la musa rubia de la nueva ola, en un biopic de formato trillado de Benedict Andrews , con la determinación absoluta de reivindicar el activismo político y la dignidad de Seberg frente a la imagen de muñeca rota que la cinefilia tradicional le ha atribuido. Su interpretación está muy por encima de la dirección novata de Andrews.
Seberg cuenta la historia real del espionaje y la persecución por parte del FBI a la que fue sometida la actriz de Al final de la Escapada, cuando en 1969 tuvo un romance con el activista negro Hakim Jamal en Los Angeles. El FBI de Hoover se parece mucho a los pinchazos de la NSA que filtró Snowden, las fake news de ahora son comparables a las filtraciones interesadas de entonces.
Seberg es una película menor, pero que tiene el valor de su apuesta política: sirve de espejo a la situación actual, donde los activistas son desacreditados y perseguidos por gobiernos de diversos colores. Está claro que la actriz que ha defendido su libertad sexual frente a Marvel, ha querido lanzar el mensaje de que Hollywood ha cambiado y que las actrices ya no aceptan su papel de muñecas manejables. Stewart ha dado voz y dignidad a Seberg, apartando su aura virginal y trágica. Stewart emerge como una líder feminista en Hollywood. Hoy en San Sebastián ha lucido pelo rapado y teñido de rosa. «Mis opciones políticas son obvias. Lo muestro con mi aspecto. El feminismo es mi segunda piel» ha dicho en una rueda de prensa donde ha reconocido que le cuesta lidiar con la fama, pero que es muy consciente de su poder y lo va a utilizar.
La rotundidad de Stewart ha dejado en segundo plano a la película inaugural, Blackbird (La Decisión) de Roger Michell, un remake casi literal de la película danesa de 2014, Corazón Silencioso que narraba la despedida de una familia a la madre enferma terminal que decide suicidarse. Este remake se ha quedado en tierra de nadie y sin personalidad, pese a la solvencia del reparto encabezado por Susan Sarandon, Kate Winslet, Mia Wasikowska y Sam Neil. El actor y el director ha sido los únicos que han venido a San Sebastián a dar la cara por este drama sobre el suicidio asistido, que resulta tan impersonal como un piso piloto.