Ayer en la presentación del Informe 2020: La representatividad de las mujeres en el sector cinematográfico del largometraje español de la asociación de mujeres del audiovisual CIMA, Sara Cuenca, responsable del estudio dijo de pasada: “Donde no hay datos, hay desigualdad”.
Sara Cuenca se refería a la opacidad a la que se aferran plataformas, televisiones públicas y autonomías para no dar datos sobre el género de la autoría de las obras, y así esconder el desequilibrio de presencia de las mujeres en todas las fases de la industria audiovisual española.
Y esta mañana en la sección oficial de Málaga, hemos desayunado la espectacular y contenida 15 horas de la directora catalana Judith Colell, que ha pasado 11 años sin dirigir un largometraje desde Elisa K (2010).
Todo está unido. El patriarcado se nutre de la injusticia epistémica que padecen las mujeres. Entendemos por epistemicidio, la supresión de formas de conocimiento provenientes de los grupos marginales o desfavorecidos en la sociedad. La violencia epistémica consiste principalmente en retirar el estatus de ser racional a un colectivo de personas por el mero hecho de pertenecer a uno de estos grupos desfavorecidos.
Dejando a Miranda Fricker a un lado, de nuevo volvemos a 15 horas, película que se enmarca en este concepto y se convierte en un contundente ejemplo de cómo las mujeres siguen sin catar la credibilidad. De hecho, en los festivales se respira un creciente clima de hostilidad al implacable aumento de películas dirigidas por mujeres, que llegadas ante un jurado paritario, acaban llevándose cada vez más premios. Algunos dicen que el Festival de Málaga se ha estancado en su patrón de premiar a jóvenes directoras con una mirada de género e intimista.
Me reconduzco hacia 15 Horas otra vez. La propia construcción de esta película surge como un intento de legitimar su mensaje por parte de sus creadoras dominicanas. La guionista, Cira Valiño; la actriz protagonista, Sterlyn Ramírez y la productora Ivette Bautista buscaron a Judith Colell para dirigir esta seca historia sobre las 15 horas frenéticas de una violinista de la clase alta dominicana que intenta huir de su distinguido marido y brutal maltratador. Gélida y seca.
Sterlyn Ramírez hace un recital de contención, rompe con los clichés de la mujer latina desgarrada y sentimental, y compone un personaje de frialdad nórdica que resiste la habitual paliza de su exquisito y melómano marido (Marc Clotet) y emprende una fuga desesperada en busca de ayuda. Lógicamente, se encuentra con las puertas cerradas de su privilegiado entorno y no haya más que el milenario descrédito hacia las injusticias sufridas por las mujeres. La exquisita frialdad de la apuesta narrativa y visual sitúan a 15 Horas en la lista de las candidatas a Biznaga de Oro, en este caso latinoamericana, puesto que la producción es colombiana.