Empieza el final de Juego de Tronos y desde La Script estamos por la labor de dictar sentencia todas las semanas. Laia Portaceli, Pepa Blanes y María Guerra nos lanzamos a la crítica de la serie superlativa del siglo XXI. ¿Cómo es posible que no le hayan rajado el pescuezo a un notable en este primer capítulo? Ahí tenéis nuestra opinión, y más abajo, mi diario.

Temporada 8 de Juego de Tronos. Querido diario: confieso que he pecado. No me interesa Juego de Tronos. Es una serie que he seguido con dolores de parto por obligación profesional. Reconozco que la producción es apabullante, pero me atormenta la ausencia de matices y la burda imitación de Shakespeare.

No quiero ensañarme con el nivel tan raspadillo de interpretación del mega-reparto. Pero reconozco que deseo un pronto y sangriento destino para la pareja Daenerys/ Emilia Clarke y Kit Harington/ Jon Nieve. Me pongo tensa cada vez que les escucho soltar sus diálogos, los dos están envarados como sarmientos. Hubiera resucitado a Ned Stark (Sean Bean) y Tywin Lannister (Charles Dance) solo por el placer de creerme su trabajo. De la primera plana de aspirantes vivos al Trono de Hierro solo salvaría a Tyrion Lannister (Peter Dinklage), aunque últimamente su personaje está desvaído.

Hoy 15 de abril, siento rencor. Me he pegado un bonito madrugón para ver un capítulo en el que no pasa nada. ¿Hemos esperado casi dos años para que nos hagan una recapitulación y achicharren a un crío? No es serio. No ha habido mambo y nos merecemos más acción.

Además reconozco que no me interesan nada las interpretaciones políticas de una serie en la que la aristocracia se reparte el bacalao, con sus incestos y secretos de rigor. Una vez más, el pueblo es sucio y oscuro, y hay una deshumanización total de las hordas de caminantes blancos.

Querido diario te dejo hasta el próximo lunes, cuando hablemos del capítulo 2 de Juego de Tronos, temporada 8.