El canoso Jim Jarmusch ha llegado a Cannes y ha zanjado el debate de la modernidad digital. El pasado siempre vuelve. Los muertos nos dicen que somos poca cosa y que la tecnología no sirve para nada. The Dead Don´t Die es una comedia filosófica, una resignada reflexión sobre la pequeñez humana. Es un tierno homenaje a La Noche de los Muertos Vivientes de George A Romero y un navajazo en el gaznate de la América racista que representa Donald Trump. Pero sin épica, gracias.
Al inaugurar Cannes con esta cinta, el director del festival Thierry Frémaux, también ha mandado un recado a los que le critican diciendo que su certamen es una fiesta de momias. Jarmusch, 65 años, se ha marcado una deliciosa película, de ritmo lento y sonrisa cadavérica. Sus actores habituales, Adam Driver y Bill Murray son una pareja de policías rurales que se enfrentan hordas de zombies. Chloe Sevigny carga con el papel de policía histérica. Los muertos han salido del cementerio en plan manifestación ecologista. El fracking, pasión capitalista del gobierno Trump, ha trastocado la rotación de la Tierra y el camposanto se ha venido arriba buscando venganza. Así de delirante y, sin embargo, convincente.
Jarmusch es el genio del humor templado, sin estridencias. Su pareja de policías asiste lacónica al desastre. El pueblo de la América que representa, Centerville, tiene aroma de Twin Peaks con todos sus arquetipos gringos. Desde el friki del videoclub, el racista estúpido, las camareras maternales y la dueña de la funeraria estrafalaria que encarna Tilda Swinton. Se trata de otra de sus películas familiares en la que participan viejos compañeros de viaje como Tom Waits e Iggy Pop.
También hay hachazos al consumismo devorador y la obsesión informativa. “El mundo es perfecto. Hay que estar atento a los detalles” dice el personaje de Adam Driver, una suerte de Patterson hablador y pesimista. Es el anticristo del mensaje positivo, esa voz que incita a la superación y que clama que todo irá bien. The Dead Don´t Die va a ser una fiesta para el público mainstream, llena de referencias cinéfilas. Pero no tiene hechuras de Palma de Oro. Es poco dramática, nada pretenciosa. Una exquisitez.