Ya está en los cines Fast & ‘Furious: Hobbs and Shaw’, última entrega hasta la fecha de una de las sagas más longevas y rentables de la historia del cine.
Pero la franquicia no solo se ha ido perpetuando por una cuestión de cifras (que también, no nos olvidemos de que esto es Hollywood, amigos), sino que se ha mantenido viva porque ha sabido cambiar y evolucionar para adaptarse a los nuevos tiempos. Os damos algunas claves de dicha evolución.
Todo comenzó…
Allá por 2001 se estrenaba la primera entrega: The Fast and the Furious (A todo gas en España), una suerte de remake encubierto de Le llaman Bodhi, solo que sustituyendo el culto al mundo del surf por el de los coches rápidos. No solo la trama es la misma: un joven agente del FBI (Keanu Reeves/Paul Walker) se infiltra en los ambientes del surf (o los coches en este caso) para desenmascarar a una banda de atracadores, donde conocerá al jefe (Patrick Swayze/Vin Diesel), que acabará ejerciendo una fuerte influencia sobre él.
Sino que está llena de homenajes a la cinta de 1991: desde la Coronita que los personajes están siempre bebiendo hasta el restaurante Neptune’s Nest que visitan los dos protagonistas y que es el mismo donde Tyler (Lori Petty) trabajaba en la película de Kathryn Bigelow.
El caso es que esta primera entrega, así como las dos posteriores (‘2 Fast 2 Furious’ y ‘The Fast and the Furious: Tokyo Drift’) son producto de la cultura tunning . No olvidemos que estamos a principios de los 2000, y por entonces lo petaban videojuegos como ‘Need for Speed underground’, y canales como la MTV promovían una moda que consideraba que pintar tu coche de los colores del parchís y adornarlo con tribales era un gran idea.
Eran películas de presupuesto modesto y sin demasiados alardes formales, quizá ‘The Fast and the Furious: Tokyo Drift’ mejoró en este sentido gracias a la dirección de Justin ling, que le otorgó algo de gusto visual a la saga. Aún así, la película fue un fracaso de taquilla, y lo normal cuando sucede esto en Hollywood es hacer un reboot o enfocar el producto al formato doméstico. Pero en vez de eso, Universal decidió jugársela y echar un órdago a la grande: TODO O NADA. A partir de aquí, se toman decisiones clave que recuperarán el interés del público por la franquicia.
El regreso de Toretto y O’Conner
Esta fue una de las decisiones, sin duda, más acertadas por parte de Universal. En ‘Tokyo Drift’ el estudio decidió no contar con los protagonistas de las dos primeras entregas, confiando que la propia marca de la saga se mantendría a flote sola. Pero la jugada no les salió para nada rentable, por lo que decidieron escuchar a los fans y recuperar a Toretto (Vin Diesel) y O’Conner (Paul Walker) para la causa. Para la cuarta entrega, ‘Fast and Furious: Aún más rápido’ se gastaron lo mismo que en ‘Tokyo Drift’ (85 millones de dólares), pero invirtieron más en el reparto y la jugada les salió redonda, pues ‘Fast and Furious: Aún más rápido’ dobló la recaudación de su predecesora con un total de 363 millones de dólares. Además, Vin Diesel no solo regresaría como actor, sino que desde entonces también ejerce de productor.
Cambio de registro
Si por algo destaca Fast and Furious es porque ha sabido cambiar e ir amoldándose a los nuevos tiempos. A partir de la cuarta entrega la saga vira hacia el terreno del spy thriller, es la época de Bourne y de Daniel Craig como el nuevo Bond. Los personajes pasan de ser ladrones a super agentes especiales, de robar estéreos a dar golpes multimillonarios por todo el planeta. Esto se ve claramente en ‘Fast and Furious 5’, donde Toretto recluta a un séquito de especialistas para un trabajo al estilo de George Clooney en ‘Ocean’s eleven’.
Un pasito más
Fast and Furious es puro entretenimiento. El grado de exigencia de un espectador de cine acción en la actualidad ha subido bastante desde aquel año 2001 en que se estrenara la primera, y la saga ha ido añadiendo cada vez más complejidad a sus secuencias de acción para deleite de los fans. En la primera entrega el cenit de la acción era una persecución a un camión en la última secuencia (vale, ok), pero es que el cine de acción de entonces resulta naif comparado con lo que hay ahora, se trata de renovarse o morir (La saga Misión Imposible también es un claro ejemplo.). A lo largo de las distintas entregas hemos visto coches volando desde un quinto piso, coches que se tiran en paracaídas, tanques en la carretera… la pregunta para el fan siempre es «¿qué se les ocurrirá en la siguiente?». Pero esto no es lo mejor, lo mejor es que muchas de esas cosas se hicieron de verdad, es decir, aquí no valen efectos especiales pochos, aquí, si hay que sacar un tanque a la calle, se saca. Esto legitima la acción que estamos viendo en la película, lo cual es de agradecer por parte de los fans.
La familia
En la resurreción de la franquicia ha sido tan importante renovar el aspecto formal así como el contenido. ‘Tokyo Drift’ fue un aviso: los fans querían saber acerca de Toretto y los suyos, porque cuando logras dibujar unos personajes carismáticos el público comienza a interesarse por ellos, quieren saber qué les sucede (principio básico de las series de consumo televisivo). Desde hace años la saga pasó de ser una película enfocada a los coches rápidos para poner el foco en las personas que los conducían. Y vale que no sean los personajes más complejos del cine, pero nos resultan honestos. Todos tienen un código moral que respetan, cuidan unos de otros y evolucionan. Son una familia. La familia es una de las claves, y esto es algo que saben en Universal y por ello así lo potencian: que el público se sienta parte de Toretto y los suyos y mantenga su fidelidad. Puede gustar más o menos, pero lo que está claro es que la saga ha sabido con el tiempo forjarse un alma propia, y eso es algo que no siempre vemos en pantalla.