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septiembre 1, 2019
Sorrentino ensancha su paraíso en The New Pope
1
septiembre
2019

Paolo Sorrentino no es dios, pero su cámara nos eleva al éxtasis. Si David Lynch es el medium del alma americana, Sorrentino es el sumo sacerdote de la espiritualidad mediterránea, que cuenta con la aplastante ventaja del templo artístico que es Italia. En la primera temporada, The Young Pope parecía que Sorrentino cuestionaba desde la provocación al Vaticano. Una vez superada la sospecha, con The New Pope se expande en su reflexión sobre la fragilidad de ese puñado de hombres de la curia, complejos y perturbados, que gestionan el patrimonio mundial de la fe y disfrutan del tesoro artístico vaticano. Por cierto, de los dos capítulos proyectados en la Mostra, el 2 y el 7, la sobrenatural presencia escénica de Jude Law se merienda literalmente a John Malcovich.

Jude Law interpreta al joven papa que despierta del coma. Esta es su resurrección.

El director italiano ha encontrado en The New Pope su gran lienzo para volcar sin apreturas todo su universo artístico. Hay menos presencia divina y más dolor humano. Con su fina ironía, su resistencia a rozar la obviedad, Sorrentino se acerca al mundo contemporáneo, donde las élites vaticanas están tan desconcertadas como los propios los propios dirigentes actuales ante el Brexit o las locuras de Trump. El Joven Papa está en coma. ¿Qué hacemos para reemplazarle? Buscar una vía intermedia, un gurú británico de exquisita finura que encarna John Malcovich.

Sorrentino lo dice todo a través de la imagen. Y ahora explora la desnudez del protestantismo con su viaje al lujo sobrio de la campiña británica, donde rescata a un nuevo pontífice que promete derrochar excesos con flema nórdica. No podemos decir más hasta que no veamos la serie entera. De momento, el nivel es superlativo. Los actores de reparto como Javier Cámara, Silvio Orlando y Maurizio Lombardi son inmensos en sus interpretaciones. Pero las actrices Cécile de France, Ludivine Sagnier y Kika Georiou todavía no sabemos si tendrán mayor peso y protagonismo más allá del bíblico papel de madre, puta o bruja. Ese el peligro del dogma. Que no cambia. Y Sorrentino tiene el poder y la gloria.