Vuelve ‘La casa de papel’, la serie española de mayor éxito internacional convertida en fenómeno de masas.
Hay acción, ritmo, personajes carismáticos, grandes interpretaciones, giros de guion… todo ello es innegable. Pero, ¿qué la diferencia de otros productos parecidos que hace que conecte tan estrechamente con el espectador?
Más allá de la premisa argumental de burlar la ley con elegancia, existe un discurso ideológico, casi filosófico, que subyace en ‘La casa de papel’ y que convierte la serie en un producto contracultural mucho más subversivo y moderno de lo que parece a simple vista.
El eje central de la serie es un asalto, sí, pero un asalto que se aborda de manera “limpia”. El personaje de “El profesor” es consciente de que gran parte del éxito reside en llevar a cabo la operación cobrándose el menor costo de vidas. Esta vuelta de tuerca a la violencia convencional genera una empatía por parte del espectador, que siempre tiene la sensación de que los aparentemente “malos” no lo son tanto.
A medida que se van desvelando las distintas tramas de los personajes nos damos cuenta de que son sujetos autoconscientes, bien preparados, y cuyos actos responden a un componente ideológico.
Los ladrones de ‘La casa de papel’ no se consideran malvados, sino una especie de rebeldes antisistema. Una suerte de Robin Hoods contemporáneos, pero que ni siquiera roban a los ricos, sino que fabrican el dinero. Su acción simboliza una denuncia contra el capitalismo y el valor del dinero.
En un país tan desencantando como España, resulta fácil conectar y entender la lucha de los protagonistas. La serie logra humanizar el concepto de asalto para convertirlo en una acción metafórica y entenderlo como una denuncia hacia un sistema donde las cosas no funcionan. No se trata de dinero, se trata de cambiar las cosas.
Bajo su aparente superficialidad, se desarrolla un discurso sobre las nociones del bien y del mal. Hay un brillante speech de “El profesor” que reflexiona sobre esta subjetividad hacia lo que es supuestamente correcto y lo que no:
«¿Por qué no me quieres oír, Raquel? ¿Porque soy de los malos? Te han enseñado a verlo todo en concepto de buenos y malos. Pero esto que estamos haciendo no te parece mal si lo hace otra gente. En el año 2011, el Banco Central Europeo creó de la nada 171.000 millones de euros… de la nada. Igual que estamos haciendo nosotros. Sólo que a lo grande. 185.000 en el 2012, 145.000 en el 2013 ¿y sabes a dónde fue a parar todo ese dinero? A los bancos. Directamente de la fábrica a los más ricos. ¿Dijo alguien que el Banco Central Europeo fuera un ladrón? No. Inyección de liquidez, lo llamaron. «
Efectivamente, más de uno puede pensar: “vaya, ese tipo tan aparentemente malo está diciendo exactamente lo que pienso”.
Esta clase de discursos subversivos y envenenados hablan muy bien del buen hacer de Alex Pina y el resto de guionistas, dejando claro que no dan puntada sin hilo. Algo que sucede con otros elementos de la serie, como son la estética y la puesta en escena.
Resulta curioso que los asaltantes escondan su identidad con máscaras de Dalí, quien bien es cierto que levantó ampollas en su día con su defensa del franquismo, pero también es reconocido por ser el pintor que deconstruyó la realidad bajo el prisma de una mirada subjetiva (una vez más, el ambiguo discurso sobre el ejercicio de mirar las cosas desde una perspectiva diferente).
Además, Dalí siempre fue un provocador y un experto en marketing, y supo vender su imagen como nadie.
La serie ha sabido explotar a la perfección esa imagen convirtiéndola en un icono. No es extraño ver a multitud de fans no solo en nuestro país) ataviados con el mono rojo y la careta del genio de Figueras. Y es que si algo ha conseguido ‘La Casa de Papel’ es crear un universo propio con sus reconocibles señas de identidad.
Algo similar ocurre con Bella Ciao, reconocido ya como el himno oficial de la serie. “El profesor” enseña a su equipo de ladrones esta canción, lo cual es toda una declaración de intenciones: el mismo tema fue cantado por los partisanos que se enfrentaron al Fascismo durante la Segunda Guerra Mundial, ¿casualidad? Parece que no, más bien una seña más del discurso latente de la serie: la alegría subversiva de una revolución concreta.
Alguien podría tachar este discurso como ventajista y panfletario. No olvidemos que ‘La Casa de Papel’ es, por encima de todo, un entretenimiento hábilmente construido. Pero, sin inventar nada nuevo, consigue dar una vuelta ideológica a una historia mil veces narrada, y eso hoy día no es nada fácil. Y se agradece. Y mucho.
Veremos qué sorpresas nos depara la nueva temporada.